«Cada uno alcanza la verdad que es capaz de soportar».
Jacques Lacan
En el año 2014, resulté finalista de un concurso de ensayos; con un borrador breve y sin revisar, pues me decidí a participar unos días antes de que cerrase el plazo. Lo publicaron, y así las ideas centrales quedaron registradas. En aquellas páginas eché mano a distintos autores para sostener una teoría alternativa, desde Hanna Arendt a David Lebón, pasando por Carl Schmitt y Ernesto Sabato, como así también Isaac Asimov y Heidegger, Roberto Bolaño y el mismísimo Einstein, tampoco le hice asco a Freud ni a la novela negra, básicamente traté de graficar un equilibrio térmico entre el ámbito público y el ámbito privado, entendiendo ‘privado’ como domicilio privado no en referencia a la actividad empresarial.
Ese equilibrio térmico -entre el calor del hogar y el frío de la calle- se consigue como se consigue en la física al poner en contacto dos cuerpos con distintas temperaturas, el cuerpo caliente se enfriará y el cuerpo frió se calentará hasta que ambos alcancen una temperatura homogénea, es muy fácil de entender.
Observé que -tal como señala Hanna Arendt- mediante distintas leyes, ordenanzas, normativas y hasta dispositivos tecnológicos, el espacio público había ingresado a los domicilios privados produciendo una entropía, es decir: un equilibrio térmico entre ambos espacios y que se traducía, literalmente, en la transformación del animal político en un animal social.
La entropía me resultaba evidente en infinidad de situaciones. En las redes sociales advertí que la profusa exhibición de situaciones de la vida privada despolitizaba, precisamente por eso que señala Hanna Arendt en La Condición Humana, la línea de lo público y lo privado se borra.
Las denuncias por abuso sexual en las redes -desde el juez Brett Kavanaugh a Cristiano Ronaldo- son un despolitizador de máxima potencia, la gente lo comenta coloquialmente, una denuncia de esas te convierte en un «muerto social» y un muerto social es sencillamente un ciudadano despolitizado, ¿por qué despolitizan tanto estas denuncias? la carátula lo dice claramente «…de instancia privada».
El debate sobre el aborto también ingresa al ámbito privado, un ámbito privado muy especial: la matriz.
La educación sexual obligatoria de los niños pequeños también ingresa al ámbito privado y despolitiza.
Todo lo que sea borrar la línea divisoria entre público y privado, despolitiza.
Contrariamente a lo que se interpreta comúnmente, cuando la derecha sostiene que la libertad sexual debe restringirse al ámbito privado no despolitiza sino que politiza con gran intensidad.
La entropía es despolitización y la entropía puede ser graficada también con un líquido derramado, con una camionada de naranjas desparramadas, o como dice Freud en El malestar de la cultura sobre la pulsión de muerte: “Partiendo de especulaciones acerca del comienzo de la vida, y de paralelos biológicos, extraje la conclusión de que además de la pulsión a conservar la sustancia viva y reunirla en unidades cada vez mayores, debía haber otra pulsión, opuesta a ella, que pugnara por disolver esas unidades y reconducirlas al estado inorgánico inicial”.
Una palabra muy usada últimamente es «empatía». Empatía es entropía; identificarnos con quienes nos rodean -al punto de sentir el mismo dolor- es ósmosis y produce el fatal equilibrio térmico.
La política, según la definió Carl Schmitt, es la distinción de amigos y enemigos. Esta distinción también marca una línea separatoria, que si se borra -tal como la que separa lo público de lo privado- despolitiza; para Carl Schmitt el afán de la política es imponer y preservar un orden; por esto en la década del sesenta y del setenta había tanta politización; no por la imagen mediática del Che Guevara, neto producto de la televisión norteamericana, ni por Fidel Castro cuya única función consistía en exportar al resto de Hispanoamérica su modelo de Revolución fracasada, sino que se producía por la imposición de un orden por parte de los militares, mientras más profundo y firme era el orden impuesto, más alta la ebullición política. Al punto tal que escribir, a escondidas, un «viva Perón» cobraba dimensiones épicas.
Perón exiliado por disposición del orden.
Laclau citando a Hegel dice que «para que haya un final, un límite, debe haber algo del otro lado», Perón era eso que se había puesto del otro lado y que permitía que hubiera un límite, el contorno de un conjunto, un conjunto de signos. Ahora pasa más o menos lo mismo, pero con menor intensidad, pareciera que Cristina Kirchner fue ubicada del otro lado y entonces ipso facto se levantó un límite, el límite da significación a los significantes de un sistema de signos, porque si esos significantes fueran infinitos y desperdigados por el infinito no tendrían ningún significado, Perón mismo ayudó a ponerse del otro lado exhibiéndose con una niña de catorce años en el Festival de Cine de Mar del Plata, algo que inmediatamente remite a lo más penumbroso del ámbito privado.
Cuando allanan una y otra vez el domicilio de Cristina Kirchner la van despolitizando poco a poco.
Cuando ese orden (recordemos que entropía también se define como «máximo desorden») se desarma tal como una carga de naranjas que ruedan al volcar el camión que las transporta, se produce la despolitización; ya no es posible definir amigos de enemigos porque son todos contra todos.
Ha pasado el momento del protagonista, el momento del antagonista y ha llegado el momento del agonista, que es cuando los extras se apoderan de la pantalla en el final de una película de cine catástrofe.
Esa carga de naranjas que se desparrama no es otra cosa que el poder fáctico y el orden del poder fáctico no es otra cosa que el monopolio de las armas; ahora Bolsonaro en Brasil va a producir una entropía desmesurada propiciando que millones y millones de brasileños se armen hasta los dientes; lo mismo le sucedió a Chavez con los colectivos armados; lo mismo pasa en los Estados Unidos, la gran cantidad de armas en poder de la población civil ha llevado al Estado Federal a la extenuación.
Si la línea divisoria entre el espacio público y el domicilio privado es imprescindible para que se produzca la política, que a su vez es la distinción de amigos y enemigos, ¿quién es el enemigo? el enemigo es aquel que invade nuestro espacio privado, ¿quién invade nuestro espacio privado? el soberano cuando declara estado de sitio, ¿quién es actualmente el soberano? el soberano es un Golem multimedia despótico y cruel que baja o sube el pulgar como un emperador romano.
En este auge tremendo de las redes sociales en donde se mezclan las fotos familiares con las consignas setentistas, con los videos de mascotas y las selfies de espaldas al inodoro, en el que mayormente todos se exhiben felices y dichosos, ciertos personajes conservan la dignidad de las novelas de aventuras, preservan la potencia política ocultando su identidad, y lanzan su contraofensiva rebelde llegando a torcer el rumbo de una elección presidencial; ya el sistema se dispone a capturarlos -penando su artillería de memes y su posverdad- para hacerles pagar cara la osadía, son los héroes que encarnan al sujeto histórico de esta ciberépoca… los trolls.
Juan Ponce